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Realizar una crítica de la última cinta de Steven Spielberg tras la ceremonia de los Oscars dónde, con 6 candidaturas, se fue de vacío – algo tan previsible como los últimos partidos del F.C. Barcelona – sería fácil si hiciera leña del árbol caído. Lo curioso es, que los premios no dictan la calidad de una película, la tarea del reparto, o el manejo de la cámara de su realizador. Ni es tan mala como muchos medios dijeron en su estreno norteamericano a finales de Diciembre – el famoso director tiene obras muy inferiores como Amistad – ni por supuesto es una de sus mejores obras (Salvar al Soldado Ryan sigue siendo, y lo será, un clásico y la mejor película de guerra de la historia). Es el Spielberg más emotivo, clasicista, y repleto de espectáculo que tanto gustó en los 80, y que tan duro (e injustamente) fue criticado. Lo dije con las otras 2 películas que llevan su sello del 2011, Super 8 y Las Aventuras de Tintín: es una vuelta a sus orígenes.

Que nadie se lleve a engaño: War Horse no es una cinta de guerra. El director en su primera incursión en la Primer Guerra Mundial usa esta como telón de fondo para narrarnos una profunda historia de amistad, sacrificio, superación y amor (no el que ustedes piensan ojo). Y desde el primer fotograma queda bien claro quién es el protagonista de la historia: el caballo bautizado como Joey. Todas las personas que pasan por su vida y peripecias ayudan a narrar uno de los periodos más trágicos del Siglo XX, lo cual es plasmado con una eficacia y detallismo extremo por Speilberg. La belleza de cada plano, ya sean los de la guerra más cruda así como los más humanos, es innegable. El director se aprovecha de un correcto reparto inglés, con rostros poco conocidos o desconocidos (su protagonista Jeremy Irvine) ya que no quiere que nadie ensombrezca al equino principal. Ese es uno de los grandes aciertos de la película, junto al grupo de trabajo con el que siempre se rodea y trabaja codo a codo el realizador: ejemplar montaje (Michael Kahn), magistral fotografía (Janisz Kaminski), espléndido montaje (Rick Carter) y maravillosa banda sonora (John Williams, otra proeza de un genio). Son ya como una gran familia que se reúne a almorzar cada domingo, y su labor está ya tan coordinada que el resultado final suele ser intachable.

Tales críticas recibidas no son más que parte de un celoso sector que parece no aprobar el estilo de un realizador que lleva 5 décadas (como leen) asombrado al mundo con películas llenas de momentos para el recuerdo. Esos que vapulearon a ET en favor de la olvidada Ghandi, El Color Púrpura, e incluso la trilogía original de Indiana Jones – antes de que George Lucas se cargara la cuarta – son los mismos señores que alabaron en los 90 al mismo director de esas cintas. Y ahora vuelven a las andadas. Meses antes de su estreno, en sus primeros promocionales, parecía que este War Horse no tendría competidor. Pues al igual que en el 2005 con la infravalorada Munich (vuelvan a verla para tomar una buena lección de cine en mayúsculas), Spielberg ha sido discriminado en favor de cintas o realizadores que, al menos en el trabajo detrás de las cámaras, están a años luz del realizador de Tiburón.

No es oro todo lo que reluce en esta producción, y se le puede tachar a Spielberg de un exceso en determinados momentos de americanismo en una cinta claramente con tintes Europeos, un metraje algo largo pero no aburrido – algo habitual en la filmografía del realizador que su films sobrepasen los 120 minutos – y un empleo de la cámara panorámica en ocasiones innecesario. Digno de admirar es que la película esté realizada con el claro objetivo de llegar a todos los públicos – es familiar por los cuatro costados – y que para ello, el director evita mostrar la guerra más visceral, pero no por ello ausente de dramatismo y tragedia (el desenlace del episodio de los hermanos germanos, la granja francesa). Hay imágenes que quedan grabadas en nuestra retina incluso una vez abandonada la sala – Joey cabalgando por las trincheras, una de las mejores escenas jamás filmadas por Spielberg – y son esas set pieces las que completan una cinta arriesgada en donde la amistad cruza fronteras a través de una de las etapas más tristes de la historia.

Es Hollywood 100%. Ese que tanto se adoraba antes con películas como Lo que el viento se llevó y Lawrence de Arabia. No se convertirá en un clásico, ni tampoco será recordada como otras cintas del mismo realizador. Pero para aquellos que tengan la oportunidad de disfrutarla, entenderán como un servidor, la sensación de unos lacrimógenos y últimos 5 minutos en las que sin la necesidad de diálogo, Spielberg es capaz de llegar a lo más profundo de nuestros corazones. Que no es poco, para alguien que lleva brindándonos cine desde 1975. Ahí queda dicho.

Puntuación: 8,3 /10

 

 

 

Imagínense que son niños y que su mayor afición son los petardos/fuegos artificiales. Normalmente tienen poco dinero para comprarlos, por lo que con unos cuantos hacen maravillas y disfrutan de lo lindo. De repente, un buen día, disponen de capital para lanzar tantos fuegos como en una verbena de pueblo. Y tras esto, les dejan en sus manos las fallas de Valencia. Esto viene a cuento porque algo así debió sentir el realizador inglés Guy Ritchie cuando pasó de realizar films de bajo presupuesto (‘Lock and Stock’, ‘Snatch’) en los cuales se notaba que el dinero no importa tanto si hay ganas, a ponerse al frente de una gran superproducción hollywodiense como las 2 entregas de ‘Sherlock Holmes’ (encima rodadas en su tierra natal). Si el público se lo pasa pipa, Ritchie mucho más.

En eso consiste este Juego de Sombras en que nos introduce: lo mismo de la anterior pero elevado a la enésima potencia de la espectacularidad. Vamos a decir que comete el error de muchas continuaciones, es decir, la capacidad de sorpresa se ha quedado en la cinta original. Es entonces cuando han de jugar con otras bazas, destacando una que han heredado del Batman de Christopher Nolan: dejaron al villano por antonomasia para la segunda entrega, dándonos una primera de mera introducción de los personajes en la que el villano no era el eje de la trama. Si en ‘El Caballero Oscuro’ Joker era el As que Nolan se guardó en la manga, en esta Ritchie se arriesgó a que su ‘Sherlock Holmes’ de 2009 hubiese fracasado y dejar a más de uno con la miel en los labios de saber quien habría interpretado al malvado profesor Moriarty. Eso no sucedió, y el director inglés ha podido continuar las aventuras de Holmes y Watson de manera más contundente.

Dicha pareja de detectives funciona, sobre todo por la química de Downey y Law que tan bien mostraron hace unos años. Eso lo tenían ganado. Quedaba saber que pasaría con la otra cara de la moneda. Acierto de lleno. El actor británico Jared Harris construye un Moriarty tan inteligente como sádico, tan admirable como odioso, y hace de tal interpretación lo mejor de la cinta. Nos creemos en todo momento su personaje, cosa que si lo hubiera interpretado otro actor (supongan Brad Pitt por el que corrió el rumor) no estaríamos viendo al enemigo de Holmes, sino a Pitt bien caracterizado (dejando de lado si su actuación hubiera sido mejor o peor). Con los protagonistas cumpliendo su función, nos queda una trama que va ganando enteros por momentos: de menos a más. De ahí grandes momentos como la persecución en el tren (un error que la desglosen en el trailer), la infiltración en la fábrica de armas (dónde tiene lugar una escena de tortura impecable al más puro estilo ‘Casino Royale’) y el climax final en una fortaleza en las montañas suizas. Sin embargo habría estado bien recortar ciertos diálogos que no llevan a nada, solo están de relleno entre las secuencias de acción/investigación. Lo mismo para el personaje de la actriz Noomi Rapace, la gitana Sim, insufrible y que suple a la fugaz Rachel McAdams (la cual nos otorga una de las sorpresas de la cinta).

Como comenté en la introducción Ritchie disfruta en todo momento. La huida en los bosques es el mejor ejemplo, con un empleo de la cámara lenta y sonido que la convierten en una de las mejores secuencias que podremos ver en este 2012 (no aporta nada al metraje, pero queda tan bien). El guion cumple con algo fundamental: la fidelidad a la obra de Conan Doyle, algo que vimos en la primera parte (Holmes no es el inglés refinado que nos han mostrado las cintas antiguas, sino un desastre, falto de higiene, obsesionado con los detalles, aficionado a experimentar con drogas, amante del boxeo clandestino y celoso con su intimidad hasta el punto que evita fotografías en periódicos). La batalla final entre el famoso detective y Moriarty – más intelectual que física – es magistral, y el desenlace hará las delicias de los más críticos del planteamiento de Ritchie con la obra de Doyle (los que hayan leído la obra sabrán el devenir de tal colosal enfrentamiento).

Si a todo ello le sumamos la partitura de un Hans Zimmer en estado de gracia (a ver que nos depara con la última entrega de Batman el genial compositor), la cual es un personaje más de la película, tenemos una película que sin ser redonda o perfecta, cumple con lo esperado. Incluso me atrevo a decir que es de las pocas excepciones en que una segunda parte está, al menos, a la altura de la original. Digamos que es como una ampliación de la primera, ideal para degustar en una sesión doble. Un buen comienzo para el 2012. Creo que nos espera un buen año. Elemental, mi querido lector.

Puntuación: 7,9/10

Érase una vez…..un hombre que decidió dejar atrás su pasado para embarcarse en la aventura de su vida, con el riesgo de perderlo todo, incluso a su familia. Así podría empezar esta cinta del musical Cameron Crowe. He intentado darle un toque trágico, ya que en la película de Crowe no lo encontraremos. No lo digo como defecto, sino como ausencia. Hay 2 maneras de tratar una historia dramática: centrarse en lo que la ha vuelto oscura, o buscar los atisbos de luz que pueda tener (un toque Disney/familiar por llamarlo de algún modo). Y en ‘Un lugar para soñar’ tenemos la última.

Por eso la vuelta de Crowe a los ruedos tras el fracaso estrepitoso de su personal ‘Elizabethtown’ (la cual un servidor adora en muchos aspectos, ya que nos saca una sonrisa ante momentos dramáticos y con unos últimos 15 minutos maravillosos) es menos Crowe que de costumbre, con pocos momentos suyos, ya que nos cuenta la historia real de Benjamin Mee (genial Matt Damon) y su arriesgada odisea de dejar su empleo y su vida de ciudad para trasladarse a un viejo Zoo con el objetivo de reconstruirlo. No es la reconstrucción del Zoo lo que estamos viendo, sino la del propio personaje, como aprende a pasar página y comenzar un nuevo capítulo de su vida tras su reciente viudez (la cual en la realidad tuvo lugar recién comprado el Zoo, y no antes como nos cuenta la cinta).

Es por eso que en lugar de mostrarnos el drama, somos partícipes de que con la ayuda de gente a nuestra alrededor somos capaces de salir de cualquier pozo. Pero que el último empujón depende exclusivamente de nosotros. Bueno, la cinta es demasiado optimista en muchas ocasiones, e incluso a veces roza la «perfección», lo que nos acerca más a un cuento de hadas que a algo que realmente pasó. Pero los cuentos de hadas pueden ser reales, incluso con sus pegas. Y esta las tiene: un metraje algo extenso – 20 minutitos de menos habría sido lo ideal – personajes que no trasmiten mucho o nada (Scarlett Johansson, parece que le voy a coger manía), y una sensación de ‘esto ya lo había visto’ que impregna todo el metraje. No hay nada nuevo bajo el sol de este zoológico.

Pero es que aunque sepamos como empieza y acaba este pequeño cuento urbano/animal, es la manera en la que su narrador nos lo transmite lo que lo hace especial. Crowe lo baña todo con una banda sonora maravillosa (realizada por Jónsi, y que está entre lo mejor del año, demostrando aún el buen oído del director), nos da momentos únicos (Damon haciendo frente a su pasado delante de un ordenador, su hijo Colin Ford en sus 20 segundos de riesgo y cualquier aparición de la precoz Maggie Elizabeth Jones por citar algunos) y evoca una sonrisa sincera y profunda en nuestros corazones, de la cual no nos damos cuenta hasta un rato después de abandonar la sala.

La pequeña fábula es sincera, muestra sus cartas en todo momento y no se avergüenza de lo que nos cuenta (hablamos de una cinta con animales y personas, tan simple como eso). Y mientras escribo esto precisamente escucho la ya nombrada banda sonora de Jónsi para la cinta, y solo me vienen imágenes de ese recóndito lugar donde, precisamente, soñar es su principal premisa.

Para cuando la cinta esté calando hondo, nos llevaremos la mejor sorpresa: unos últimos 5 minutos que puedo definir como emotivos. Espléndidos. Naturales. Repletos de corazón y valor.

Y colorín, colorado…………Crowe y Damon me han convencido.

Puntuación: 7/10

Esa podría ser la premisa de promoción de las ya longevas aventuras del agente Ethan Hunt (un Tom Cruise con el efecto Carmen Lomana por el que no pasan los años), las cuales en lugar de envejecer, parecen querer darnos savia nueva o intentar mostrarnos algo que hasta la fecha no habíamos visto. Aquí, señoras y señores, es donde está la verdadera Misión Imposible: ¿qué nos puede sorprender ya hoy en una pantalla de cine? Y Mr. Cruise cree tener la receta para ello.

Digo cree, porque tras su (agradecida) visita al programa de televisión «El Hormiguero», Cruise dejó muy claro que si un día no puede ganarse la vida como actor lo podrá hacer como publicista. Vende los productos como nadie. De ahí que contestara con un rotundo sí cuando se le preguntó sobre si esta es la mejor de las 4 cintas vistas hasta el momento. Ya les digo yo que no. No es por llevarte la contraria Tom, pero aun agradeciendo tus saltos y escenas de peligrosidad irresponsable, si la cinta cojea por mucho que demuestres que con casi 50 años no tienes reparos en hacer tu solito todo, entonces no hay nada que hacer.

La apuesta es fuerte: un director que hace su debut en cine real tras su logrado paso en animación (Brad Bird y esa maravilla titulada ‘Ratatouille’); un reparto en el que tenemos a un malo no tan peligroso como en otras ocasiones (Michael Nyqvist, el sueco de la trilogía ‘Millennium’ degustando su debut internacional pero sin llegar a la altura del megalómano Philip Seymour Hoffman de la tercera entrega), un agente que podría seguir los pasos de Hunt (Jeremy Renner, más dócil de lo habitual), el aporte femenino (Paula Patton con cara de aquí no pinto nada) y repitiendo el siempre divertido Simon Pegg (conocedor de su función de bufón, no de hombre de acción), y reconozco que eché en falta al renegado Ving Rhames, mano derecha de Cruise que parece que aquí se la han amputado; a todo esto le añadimos un guión que intenta volver a los orígenes de la saga – la primera entrega – pero que cae en el error de liar en alguna ocasión al espectador. Queda todo claro que la idea de Cruise es recuperar el prestigio perdido durante los últimos años (lo cual no tiene nada que ver con su función: actuar).

Pero Cruise y Bird han obviado algo fundamental: apuesta fuerte, pero seguro. Y tal seguridad no es patente en todo el metraje de la cinta. El final carece de la garra que se merece una superproducción de estas características, y lo mismo ocurre con los primeros 10 minutos, algo que si tenía y de sobra la ejemplar primera entrega de De Palma (su prólogo es fascinante) y la tercera del ya asentado J.J. Abrams (un final repleto de tensión). ¿Y la segunda entrega? Convierte a esta en una obra maestra.

Así que nos encontramos con algo a medio gas entre la primera y la tercera. No es la mediocridad de la segunda, no me entiendan mal. Entretiene, así que cumple su función. Y deja claro que Cruise sigue siendo toda una súper estrella, en horas bajas, aunque con el taquillazo que está teniendo esta cinta en Estados Unidos parece que se encuentra cual ave Fénix (desbancando a la secuela de Sherlock Holmes e incluso al Tintín de Spielberg…..estos norteamericanos son mucho). Palomitas, refresco y 2 horas con algún que otro altibajo es este Protocolo Fantasma. Un recorrido turístico por la India o Moscú entre otros. Y antes de que este mensaje se autodestruya en 5 segundos les diré que la escena de la escalada en Abu Dabi, realizada por el propio Cruise, es uno de los mejores momentos que podremos ver en una pantalla en años. Unos 15 minutos de puro vértigo que valen el precio de la entrada. Si el resto de la cinta corriera la misma suerte……….pero seguro que tendremos más.

3,2,1……hasta la próxima agente Hunt.

Puntuación: 6,2/10

Acero Puro. Boxeadores ¿in?oxidables

Publicado: 9 diciembre, 2011 en Críticas

Creo que una de las (pocas) críticas más leídas en este blog es la de esa maravilla Spielberiana titulada «Super 8». Un servidor la considera, junto a «Las Aventuras de Tintín» – Spielberg ¿tú por aquí también? – 2 de las mejores cintas de este 2011 que ya acaba. Y en esa cinta dirigida por J.J. Abrams el toque de ambos se nota en cada milímetro, cada escena, cada encuadre, cada mirada de los jóvenes protagonistas, e incluso en muchas líneas de los fabulosos diálogos. ¿Por qué cito a Spielberg? Dejando de lado mi reconocida admiración, porque tengo al director hasta en la sopa. Mi primera sorpresa con este «Acero Puro» fue encontrar su nombre entre los productores ejecutivos, junto al del desaparecido Robert Zemeckis. La segunda la encontré en el tremendo carisma y saber estar de su protagonista, el cada vez mejor Hugh Jackan. Y la tercera y última en los logrados efectos especiales, así como el uso de animatronics en gran parte del metraje.

Hasta ahí mis sorpresas. El acero de estas máquinas funciona como una montaña rusa: repleta de altibajos. Si en la presentación de Jackman – un papel a su medida, como ex-boxeador y promotor de púgiles mecánicos – nos metemos al momento en este mundillo futurista (un 2020 igual que ahora excepto en ciertos avances, como en los dispositivos móviles), es a partir de aquí cuando asistimos a un largo y lento proceso de elaboración de personajes, con sus problemas, motivaciones y prejuicios. El joven Dakota Goyo logra una química fabulosa con Jackman, y desde ese momento queda muy claro que la baza de la cinta se basa en la relación paterno-filial de ambos, utilizando como nexo de unión el robot boxeador Atom. Pero 127 minutos pesan, y quizás 20 menos con escenas prescindibles y personajes desaprovechados – la «perdida» Evangeline Lilly entabla unos adecuados lazos afectivos con Jackman, pero se limita a gritar apoyando a Atom – habrían bastado para una cinta en la que el toque «Disney» se nota desde el primer segundo de contacto entre padre e hijo.

No caigan en equívocos: tal relación íntima funciona, y el muchacho saborea cada plano con una energía que ya habría querido el Macaulay Culkin de turno. Pero cuando Atom hace acto de presencia, la montaña rusa coje fuerza como si trazáramos varios «looping» seguidos. Cada pelea en la que el robot evoluciona, es emocionante y con muchas dosis de humor – ¿por qué no usaron más robots locos y brutos como el de la batalla en el Zoo? – y se agradece el uso de animatronics para su interacción con humanos, haciendo «creíble» la historia. El acercamiento a la batalla final va a la par con la unión perdida padre-hijo, y es aquí cuando la montaña vuelve a decaer. Nos dan un caramelo con muy buen sabor para luego dejarnos a medias. Eso sí, la batalla final funciona con un entusiasmo por parte de Jackman pocas veces visto, y tienen un ápice a su favor: no sabemos en ningún momento quién puede ganarla ¿Recuerdan Rocky? La primera claro, no todas las demás en las que Stallone ganaba siempre.

«Acero Puro» es Jackman en estado puro. Grandes efectos especiales y una historia algo tópica, pero que siempre funciona. Ahora bien, me quedo con la duda qué habría hecho con este material el director previsto  Peter Berg (vean el trailer de «Battleship») en lugar del soso y plano Shawn Levy (Noche en el Museo) ya que Spielberg quería corazón en la cinta. De acuerdo Steven, pero eso no tiene que ir reñido con más (intensas y divertidas) pelas robóticas, o con alguna revisión de guión para ciertas secuencias – ¿final inconcluso o segunda parte? – y por supuesto, con un metraje algo más reducido.

Es Disney, aunque no salga su nombre en los créditos (esa manía de que el hijo sea huérfano de madre o padre), y es una visión diferente en las cintas de boxeo. Estamos casi en Navidades. No le pidan peras al olmo. En este caso al abeto.

Puntuación: 6,6/10

 

 

107. Ni uno más ni uno menos. La duración de la dupla Spielberg – Jackson es de 107 minutos. Con 5 menos habríamos echado en falta alguna peripecia más, y con una duración prolongada pues……nada, la sensación de goce y disfrute habría sido algo más duradera. Y es que dicha dupla se enfrentaba a una serie de inconvenientes que han solventado con sobrada eficacia: por un lado satisfacer a los miles de seguidores del periodista creado por Hergé (pseudónimo de George Remí) hace ya 80 años – su primer libro fue en 1930 y el último en 1976, 7 años antes de fallecer su autor – a lo largo del viejo continente dónde es más conocido, y por otro lado conseguir una recreación adecuada de tales libros con una técnica de captura de movimiento que, con la excepción de parte del metraje de «Avatar», no ha sido muy de las favoritas de la audiencia. A falta de 2 meses para comprobar la respuesta del público norteamericano ante tal descubrimiento (su estreno es el 23 de Diciembre), a nuestro país no ha podido llegar en mejor momento. «Las Aventuras de Tintín» es el perfecto film de aventuras tanto para adultos como para los más pequeños.  La fascinación de los dos directores se transmite en cada plano, cada escena, cada movimiento, y no hay prácticamente nada reprochable en la que es, sin lugar a dudas, una de las mejores películas de este año.

Al Rey Midas de Hollywood le ha venido bien ese periodo de desintoxicación que le ocasionó su última alianza con el señor George «todo lo controlo» Lucas, al cual considero el responsable de destrozar los 20 minutos finales en la cuarta entrega de Indiana Jones. Porque Tintín guarda un paralelismo de enorme casualidad con el héroe del látigo. Es más, gracias al primer film de Jones, Spielberg conoció los libros de Hergé al comentar este último que dicho personaje «guardaba mucha relación con su creación». Y si el escritor belga dijo que la mejor persona para llevar a la gran pantalla a su creación era Steven, ha acertado de pleno. Spielberg este mismo año ya formo pareja creativa con uno de los nuevos niños mimados de Hollywood, J.J Abrams, logrando otro de los films de este año, ese «Super 8» que bien podría ser el E.T. del siglo XXI. Si de tal unión salió lo mejor de Steven, lo mismo puede decirse de la que acaba de formar con Peter Jackson. Y como colofón ese «Caballo de Batalla» a finales de año exclusivo de Spielberg, en lo que podría ser como su retorno por la puerta grande (si es que alguna vez se marchó).

Una aventura como las de antes. Si mi padre creció con grandes películas de tal género como pudo ser «La Gran Evasión» o «La Carrera del Siglo» y yo tuve la ocasión de hacerlo con las de Indiana Jones, ahora los más pequeños tienen la oportunidad de hacerlo de la mano de uno de los disfrutes más visuales que hemos visto en lo que va de siglo. Y he nombrado los films anteriores porque son de esos que, por mucho que pase el tiempo, no pasarán de moda. Ya les digo que este Tintín es de esos. Desde los excelentes créditos iniciales – con una partitura que nos confirma, por si habían dudas, que John Williams es el mejor compositor de la historia del cine – la acción y el afán de aventura nunca decaen. Es más, posee tantos momentos inolvidables (yo tuve que cerrar la boca de mi asombro en más de uno) que cuando llega el final nos queda la sensación de haber asistido a una montaña rusa de intensas emociones. Diálogos fluidos, guiños constantes a la obra de Hergé – incluso un autohomenaje de Spielberg a su «Tiburón»- y un aspecto visual que la convierte en el film animado del año. Las interpretaciones están a la altura de lo esperado, y gracias a esta técnica de captura de movimientos los actores brindan lo mejor de sí a unos personajes con los que, en su mayoría, no guardan ningún parecido. Mención especial a Andy Serkis con su Capitán Haddock: es uno de los personajes de humor más geniales que hayamos podido ver, y eso es gracias al ímpetu y la soberbia actuación de Serkis, en lo que le confirma como su año (lo mejor de «El origen del planeta de los Simios» fue su interpretación del simio líder). Lástima que no se nominen si no le vemos la cara al actor…….aunque si eres Brad Pitt no importa (su nominación en Benjamin Button a pesar de no salir en gran parte de la película).

Es una pena que al poseer tantos momentos inagotables, uno tenga la sensación de asistir a un final muy por debajo de lo que hemos visto con anterioridad, y su clímax no está a la altura de toda la película. Pondré un ejemplo: la escena de la persecución en Sidecar está tan bien filmada, y es dónde mejor luce el 3D (un complemento extraordinario, pero que no resta calidad a la película) que posiblemente sea uno de los mejores recuerdos vistos en pantalla en todo el año. Pero claro, si este Tintín no tiene la taquilla esperada, más de uno nos quedaremos con las ganas de asistir a otra aventura de tal calibre en un par de años, para la cual de momento parece confirmada la presencia de Jackson tras las cámaras y de Spielberg como productor (al contrario que en esta).

Solo tengo alabanzas para esta nueva obra del señor Spielberg. Al encenderse las luces uno ha tenido ganas de levantarse y aplaudir para agradecer el rato tan encantador que me ha hecho pasar. Sería imperdonable que dejen pasar esta ocasión de saber porque el cine tiene ese algo tan mágico, que tras más de 100 años de existencia gusta a tantos meterse en una sala a oscuras a ver una obra de creación hecha por personas con ilusión.

No es mera casualidad que en dos de las mejores cintas del año, este Tintín y «Super 8», encontremos el nombre de Spielberg en los créditos. Es SU toque. Ni se molesten en compararlo. Solo Spielberg y Jackson pueden imitar sus propias obras. Al fin y al cabo, estamos ante un Indiana Jones en dibujos.

Puntuación: 8,6/10

Este año los norteamericanos se han puesto de acuerdo para llenar la cartelera de comedias repletas de mal gusto. Y cuando digo mal gusto no me refiero al empleado en otras cintas, precisamente más infantiles (la reciente «Zooloco»), para tratar de sacar la carcajada fácil mediante el empleo de sonidos o acciones escatológicos y  (flatulencias, vomitonas, caídas…). Así que «Cómo acabar con tu jefe» se suma a ese maratón de cintas que completan «Resacón 2», «Bad teacher», o «Con derecho a roce» en una carrera por ser la comedia más políticamente incorrecta de la temporada. Pues bien, la que aquí comento posee un matiz que la hace más interesante que las otras propuestas: su evidente mala leche. Hay una sensación por parte de los guionistas de querernos hacer partícipes de unas situaciones en las que cuando pensamos que nada puede ir a peor, resulta que todavía les quedan unos cuantos malos tragos por los que pasar a su trio protagonista.

Precisamente aunque la película deja la mayor parte de su peso en dicho trio, es el «otro trio» el que se lleva todas las alabanzas. Imagínense una jefa ninfómana capaz de cualquier cosa con tal de conseguir sexo (una Jennifer Aniston pasándoselo en grande), un drogadicto mujeriego, machista y racista (hilarante Colin Farrell completando un gran año) y un dictador ególatra con aires de superioridad (Kevin Spacey, con el que tengo la sensación de que realmente pueda ser así). ¿No pensarían o incluso desearían las más terribles desgracias a estos elementos? Tales actuaciones son tan creíbles y divertidas, en parte, porque nos creemos que los actores encajan en muchos de los calificativos de esa gama de horribles mandamases. Sabemos que Colin Farrell tiene una reconocida fama de mujeriego y aficionado a la cerveza. Spacey es de esos actores que se toman tan en broma a sí mismo, que puede ser un auténtico cretino en los círculos más íntimos. Y sobre Aniston……bueno, aquí realmente a más de uno le gustaría que tuviera tal enfermiza adicción al sexo más extremo y perturbado (las secuencias de acoso al personaje de Day no tienen desperdicio). Mención aparte merece Jamie Foxx como asesor para los asesinatos: tanto su apodo como el motivo de su encarcelamiento son de risa asegurada. Pero claro, son los tres sufridos trabajadores los que viven en sus carnes las acciones de estos personajes, y ellos no están tan acertados como los nombrados anteriormente. Es que Jason Bateman siempre hace de Jason Bateman, Jason Sudeikis encaja en el perfecto obseso sexual y por el contrario Charlie Day encarna a ese ser inferior incapaz de matar a una mosca aunque esa mosca le amargue la existencia.

Cómo acabar con tu jefe funciona por el instante, y no tanto por el conjunto. Me explico: encontramos una serie de momentos magníficos, y no me refiero a dignos de premios o menciones especiales, sino que cumplen con su objetivo: sacar la carcajada, o al menos la sonrisa más sincera. Porque si hay algo que tiene la cinta de Seth Gordon es un guión repleto de «malas ideas», y no como ocurre en otros casos en los que se hace una película con una idea sencilla y el resto se llena con chistes para avanzar la escasa trama cómica. Y de eso carecen las otras películas incorrectas del año: amagan con hacer la putada, pero no la llevan a cabo. Aquí sí. Pero lo que es su mayor baza es también su talón de Aquiles: nos queda la sensación de que podían haber llegado más allá….mucho más allá, y acaba siendo en algunos momentos más inofensiva de lo que pretendía (a pesar de su genial acto final en donde los tapujos no existen).

Un guión muy divertido, una dirección adecuada que hace que el ritmo nunca decaiga y un reparto espléndido, la convierten en la comedia del año, al menos de momento. Y la más extrema humorísticamente hablando desde esa grata sorpresa que fue «Resacón en Las Vegas». Porque ¿quién no ha tenido alguna vez un jefe al que detestara con todas sus fuerzas? Y de no ser así, en una presentación calculada y precisa de estos tres individuos por los que sentiremos tanta vergüenza como lástima (más lastres imposible) les aseguro que sentirán dicho rencor acumulado. A todo el mundo no le da órdenes un «farlopero de mierda».

Puntuación: 7/10

Cowboys & Aliens. Un western atípico

Publicado: 16 septiembre, 2011 en Críticas

A veces lo que parece muy previsible no lo es tanto. Un equipo de fútbol que parece favorito a todo puede caer estrepitosamente a las primeras de cambio, o un actor sin dotes aparentes para subirse a un escenario puede convertirse en uno de los mejores de la historia (Paul Newman por ejemplo). Con esta reflexión de introducción hagamos ahora un ejercicio de matemáticas muy sencillas: sumemos a 2 de los actores más consagrados en el Hollywood actual (Harrison Ford y Daniel Craig); les añadimos un guión con cierta originalidad firmado por los autores de «Transformers»,  la reciente «Star Trek» o la serie «Perdidos»; combinemos unos productores de renombre (Steven Spielberg, Ron Howard); y finalmente un director experto en películas repletas de efectos especiales (Jon Favreau y sus 2 entregas de Iron Man). Resultado: un sonoro fracaso, siendo superada por unos personajes azules de pequeño tamaño en su primera aventura en imagen real.

Pasemos a la pregunta más usada por Mourinho en sus ruedas de prensa ¿Por qué? Es muy fácil que cuando sucede algo así,  todo el mundo se apunte el tanto tras ver los resultados al cabo de unas semanas. Pero en el caso de los vaqueros de Ford y Craig, ya la catástrofe se veía venir con semanas de antelación a su estreno americano a finales de julio. Y es que Ford lejos de su personaje más famoso con látigo no logra un éxito taquillero ni siquiera moderado, y lo mismo sucede con Craig cuando se quita el esmoquin de agente británico. Son lo que se llama veneno para la taquilla. Hoy en día parece que lo que más interesa a las juventudes son cintas de coches a toda velocidad, vampiros enamoradizos, algunos superhéroes, o piratas muy estrafalarios. Si en el título viene la palabra Cowboys ya la cosa está herida de muerte. Aunque a muchos les pese, el género del Oeste se encuentra más que muerto y enterrado, con excepciones en los últimos 20 años como la reciente «Valor de Ley» o la magistral «Sin perdón». A casi nadie ya le interesa un conjunto de personas retándose a muerte bajo el sol en un pueblo perdido en mitad del desierto norteamericano, ni aunque sean unos alienígenas furiosos los que provoquen tales revueltas.

La cinta de Favreau es de esas que esconden más de lo que se puede apreciar a simple vista. Nos encontramos con una cinta de acción fantástica, en la que todo es contado bajo el punto de vista de los hombres del oeste, y en donde los diálogos priman en las secuencias de descanso entre las peleas con los seres extraterrestres. Y si hay algo de agradecer, y mucho, es el detallismo con el que estos son mostrados en pantalla, en todo su esplendor al igual que su tecnología, en unos ataques muy bien filmados (sobre todo el primero al pueblo, mostrado en exceso en su tráiler). Es ahí, en esa primera media hora donde la cinta ofrece sus cartas sin miedo a ocultar nada, incluso con unas pequeñas dosis de violencia, algo inusual en una cinta veraniega supuestamente para toda la familia. Es el guión el que hace que la película avance, y no los geniales efectos especiales los que marcan la pauta de desarrollo. Podemos encontrar diálogos maduros ejemplares, como el que tiene el personaje de Ford con el joven Noah Ringer sobre lo que significa ser un hombre. En medio, escenas tan entretenidas y de tensión en algunos casos como la que acontece en el interior de un barco de vapor, y unos secundarios que saben en qué clase de producción se encuentran y saborean cada línea o disparo que lleven a cabo.

Si el carisma de Ford es compatible con la crudeza de Craig, la intrascendencia de sus acciones o de lo que les pueda pasar es palpable desde sus primeras apariciones. Y es que la cinta no ofende, no transmite, crea indiferencia al igual que los pases en su tráiler, no es una que llame a gritos ser vista y aplaudida. En lugar de casi 2 horas de duración, podríamos encontrarnos con un film de 90 minutos y restar determinadas escenas o diálogos que no conducen a ningún sitio, y que parecen estar de relleno para completar una historia muy de cómic, y a la que se le pedía más «chicha» (la secuencia del poblado indio resta el ritmo de manera muy considerable). Esas píldoras de violencia y oscuridad en determinados momentos podían haber sido más abundantes. Y el clímax final haberse contagiado de esto último, a pesar de ser muy divertido y de poder disfrutar de los alienígenas más que nunca.

Lástima que esta cinta no estuviese protagonizada por un Paul Walker o un Vin Diesel, más que nada por su económico resultado final, porque Ford a sus 68 años demuestra más energía y presencia en una sola escena que estos 2 juntos en todas las entregas de «Fast and Furious». Pero la cinta se llama «Cowboys & Aliens», y no «Indiana & Aliens» (precisamente la última entrega podía haberse titulado así), o «007 vs Aliens». Un último apunte: como colofón al divertimiento veraniego está muy bien, pero estrenarla en un mes en el que se habla más de la liga de fútbol o de la vuelta al cole es un error de distribución colosal. Hay películas que son para disfrutar en una época concreta. Y los vaqueros matando aliens tiene un espíritu veraniego con cierto aire ochentero, gracias a su artesanía, simpatía e incluso ciertos guiños en determinados momentos. Otra vez será señores Bond y Jones.

Puntuación: 6,4/10

Fuera luces. Arriba el telón. Prejuicios a un lado. Bienvenidos a Noche de Miedo. Esta última frase era el eslogan de la película del mismo título estrenada en 1985 escrita y dirigida por Tom Hollander (Muñeco Diabólico), la cual logró combinar de manera muy convincente terror y humor en la cinta protagonizada por Chris Sarandon como el peligroso vecino, William Ragsdale y un inolvidable Roddy McDowall emulando al «intrépido» cazavampiros Peter Vincent (de su inferior secuela ni hablamos). Así que cuando llega a nuestros oidos la noticia de un remake de la misma en ciernes, uno no puede evitar hacerse la pregunta: ¿por qué?. Pues tiene respuesta. Porque puedes mantener el tono de «comedia negra» de la original y mejorarlo en determinados aspectos. Porque cuentas con un reparto que sabe tomarse en serio las situaciones que lo requieren, y a la vez dar las adecuadas dosis de humor entre las secuencias de terror. Y sobre todo porque estamos ante un género que no logra sorprendernos ultimamente, más teniendo en cuenta que los vampiros han pasado a ser seres elegantes, enamoradizos y que brillan bajo el sol (sabrán de sobra porqué lo digo).

Es curioso encontrar en la silla del director a Craig Gillespie, habitual de un cine de corte más independiente. Por eso es de agradecer que el realizador sea capaz de alejarse de la original de Hollander y a la vez rendir una fidelidad a la misma de manera muy digna. Si la aportación de Gillespie es patente, lo es también la labor de todo el reparto, en especial mención un recuperado Colin Farrell al cine comercial en la «piel» de un personaje tan cínico, como terrorífico, cruel y con un carisma y presencia tan perturbadora como las acciones que comete. Por supuesto su antítesis la representan un correcto Anton Yelchin en un papel que más que interpretar parece que sea su vida diaria: el de chico común y novato metido en problemas (como demostró en Terminator Salvation o Star Trek); y un hilarante David Tennat en un Peter Vincent mucho más excéntrico e hilarante que el (mejor) logrado por McDowall hace más de 25 años. Otro departamento que logra la atmósfera y ambientación adecuada como trasfondo de las situaciones acontecidas es la elegante fotografía de Javier Aguirresarobe, la cual da una sobriedad al conjunto que no pudo lograr en otros films en donde ha participado como las  también «vampíricas» Eclipse y Luna Nueva (aunque en estas su labor era muy eficaz, no funcionaba porque el resto de la película……en fin,sin palabras). Las Vegas luce como pocas veces, y eso si tenemos en cuenta que ha sido rodada en Nuevo Mexico.

Momentos como ese prólogo que nos advierte ya de los pocos tapujos que posee el «no muerto», la cacería en el lujoso apartamento de Vincent o la respuesta de Farrell ante la negativa de ser invitado a la casa de Yelchin (que culmina con una persecución muy bien filmada y un cameo del vampiro de la entrega original, Chris Sarandon), hacen de esta «Noche de Miedo» una combinación poco usual de terror humorístico, con una violencia extrema que no causa repulsión, sino que es exagerada como la empleada en los films de Robert Rodriguez incluso del Tarantino más explícito (se nota que estamos en los tiempos de True Blood).

Lástima que posiblemente esta propuesta de los vampiros más sádicos y asesinos no corra la misma suerte que films más recientes como los adaptados de las aburridas novelas de Stephenie Meyer y su saga «Crepúsculo», que sobrepasan la sosería y el tedio hasta extremos insospechados, y eso sin contar la patada en las mismísimas partes que se le da a la magnífica mitología vampírica creada por Bram Stoker. Los efectos visuales en la cinta de Gillespie son, en ciertas ocasiones, abusivos, y se echa en falta un poco más de maquillaje en lugar de convertir a estos seres de la noche en monstruos de circo (como se pudo apreciar en «Van Helsing»), y la razón de tales efectos son la conversión al innecesario 3D, que la transforma en determinados momentos en un show de serie B de medianoche. Eviten verla en tal formato si acuden al cine, y espero que pronto se dejen de realizar en el mismo. Si a eso le sumamos una selección musical tan lograda en determinados momentos, apreciada en los divertidos créditos finales al son de «99 problems» de Hugo, como recalcada cuando no es necesaria, y un final precedido de otros momentos que bien podían haber servido de clímax, nos encontramos con una obra imperfecta pero tan divertida como terrorífica en muchas ocasiones ¿quién no ha tenido alguna vez un vecino que no termina de gustarnos?

Afilen sus estacas, preparen la ristra de ajos y no olviden llenar sus cantimploras de agua bendita. Noche de miedo es una oportunidad de volver al cine de género vampírico tal y como ha de ser degustado. No aporta originalidad en una cartelera donde estas cintas ya no tienen la expectación de años atrás (es un remake al fin y al cabo), pero al menos sorprende a lo largo de su metraje. Que paséis un buen rato…….de miedo.

Puntuación: 6,4/10

Magia. Esa es la combinación que se obtiene si sumamos el corazón de J.J Abrams y el genio de Steven Spielberg. Uno no puede sino sentir nada más que admiración hacia 2 personas que han aportado tanto al mundo del celuloide, guste o no guste, porque tenemos que recordar que Spielberg siempre fué criticado e ignorado de los grandes premios por hacer lo que muy pocos saben: contar una buena historia que haya calado una vez se han encendido las luces de la sala de cine. Y Abrams comienza a mostrarse como un posible digno sucesor.

Super 8 no puede encuadrarse en ninguna categoría específica. Es un conjunto perfectamente preparado en el que podemos encontrar desde toques de comedia (los niños al fin y al cabo hablan como tales), drama, problemas familiares, enfretamiento adulto, ciencia ficción, misterio, grandes dosis de espectáculo y algo de terror en determinados momentos. Lo que la diferencia de cualquier otra producción es lo que se conoce como el «toque Spielberg», algo que incluso el propio director parece haber perdido en sus últimas realizaciones (y que esperemos haya recuperado en «Tintín» y «Caballo de Batalla»). ¿Recuerdan esos films de finales de los 70 y parte de los 80 producidos y/o realizados por el genial director?. Incluso algunos en los que no salía su nombre pero que tenían su sello incondicional. Daré unos cuantos nombres: «Los Goonies», «Gremlins», «Encuentros en la tercera fase», «El secreto de la pirámide», «Cuenta conmigo» o «E.T.». Es imposible olvidar lo que marcaron algunas de esas películas. No recuerdo que en la pasada década se hayan realizado historias que se queden tan grabadas en la retina incluso visualizadas más de 20 años después.

El film de Abrams puede ser un guiño/homejane a tales historias. Pero eso es lo de menos. No me malinterpreten. Nos encontramos ante una historia enmarcada en una América en la que aun existía la inocencia. En la que los posibles temores o amenazas podrían venir (o eso usaban sus ciudadanos para acallar sus miedos) del pueblo soviético. Lugares donde los habitantes no poseían cinismo, donde un policía aún tenía autoridad y respeto suficiente, y en donde confiábamos en (casi) todo el mundo como para dejar las puertas de nuestros hogares abiertas. Es en ese marco por donde se pasean los jóvenes protagonistas, los cuales aún se comunican por walkie-talkie, van en bicicleta a todos lados, graban películas caseras con cámaras de 8 milímetros, hacen maquetas y admiran el cine con una pasión que hoy en día escasea en los chicos a esas edades. Los actores están fantásticos, en especial el debutante Joel Courtney y su compañera Elle Fanning, sin obviar al resto de integrantes de esta pandilla que han de enfrentarse a un terror desconocido que se oculta en su pueblo. La dirección de Abrams no deja respiro, y es capáz de filmar con tremenda eficacia el descarrilamiento de un tren, así como una conversación tan íntima como profunda y emotiva (la que tiene lugar entre Courtney y Fanning mientras visualizan una película casera). Si a ello le sumamos un diseño artístico intachable (cada mínimo detalle en la habitación de los chicos nos devuelve a 1979), unos efectos especiales a la altura de la historia pero sin abusar de ellos, y la partitura de un Michael Giachhino en completo estado de gracia y que parece realizada por el mismísimo John Williams, el resultado es demasiado único como para dejarlo escapar.

Super 8 es una mirada con nostalgia a una época que evoca un sonrisa en nuestros corazones. Una historia sobre la pérdida de esa niñez cuando empezamos a ser adultos con el despertar sexual y la toma de decisiones que van a tener repercusiones. Tiene sus defectos pero….¿para qué?. Es la oportunidad de volver a sentir en una sala de cine algo que hacía tiempo que no experimentábamos, más que nada porque los tiempos han cambiado y cada año nos encontramos antes demasiadas producciones como para valorar y saborear cada una como se merece. Es cine de los 80. Cine en el que cada verano teníamos una ocasión de vivir una aventura como si fuera la última. Un recuerdo permamente con una mirada enternecedora. Lo dicho, Magia.

En fin, «Super 8» es una delicia, un encanto.  La película del Verano. No se la pueden perder.

Puntuación: 8/10